sábado, febrero 11, 2006

El respeto por la profesionalidad.

Muchos dicen que yo nací con un destornillador en la mano. Pues creo que si hay algo de eso pero además hay una pasión inculcada por la perfección.

Mi padre, que Dios se lo llevo cuando apenas había cumplido 50 años, era un apasionado por la perfección. “Si algo se ha de hacer, esto tiene que hacerse bien”, también decía “los problemas tienen muchas soluciones pero solo hay una correcta, la simple y elegante”.

Entre las enseñanzas recibidas y que práctico hoy en día, es el respeto por el valor del conocimiento y la habilidad manual. Será muy difícil verme regatearle el precio al trabajo de un mecánico, albañil, electricista, etc. si éste hace su trabajo bien. Lo que si me verán hacer, es buscar la alternativa más económica si requiero de los servicios profesionales de alguien, y tengo varios candidatos para escoger. Primero selecciono a los mejores, luego a quien cobre menos entre ellos. No lo voy a decir al que cobra más que rebaje su precio.

Voy a contarles una anécdota:

Este cuento es real y lo viví con mi padre, he escuchado versiones. ytal vez será que se corrió la historia y se convirtió en chiste, de hecho, hay un cuento igual relacionado con informática.

Mi padre era técnico en electrónica reconocido por su experiencia en todo lo referente a emisoras de radio, transmisores, estudios y todo lo que tuviera que ver con audio. Viajaba por el interior haciendo mantenimiento a las emisoras de radio y construyendo nuevos estudios y transmisores.

En las vacaciones escolares muchas veces me llevaba a viajar con el para servirle de ayudante. En esos viajes aprendí a cablear profesionalmente, a probar tableros y calibrar grabadores.

Así fue que en agosto de 1.965 que fui con el para ayudarlo a instalar un nuevo estudio en Radio Carora. No existía autopista alguna y de Barquisimeto a Carora era un trayecto endemoniado, una carretera angosta y con infinidad de curvas, si mi memoria no me engaña les llamaban las “Curvas de San Sebastián”.

Papá se conocía la carretera a la perfección, cuantas curvas y cuantos puentes, cuantos baches y cuantos kilómetros. Los camioneros lo saludaban y conocía a la gente de todas las paradas de combustible.

En esa oportunidad viajamos en un automóvil prestado ya que el de el estaba en reparaciones, me acuerdo que era casi un cacharro en donde aparentemente transportaban huevos y algunos se debe haber roto, porque el olor dentro de la camionetita era insoportable. Ya tarde bajando por las curvas, la camionetita se apagó y no había forma de prenderla.

“Hijo tendremos que dejar esta porquería aquí y ver si alguno de los camioneros amigos nos lleva a Carora para buscar mi carro que ya debe estar listo”. ¡No había terminado de decirlo cuando se presentó un señor en una mula!


“¿Amigo que le pasa? ¿Qué tiene su carro?

“No prende, se apagó, tiene corriente y chispa, tiene gasolina, le revisé los platinos pero no hace nada”

“Yo soy mecánico, tal vez puedo ayudarlo”

Papá me miró de reojo y murmuró, “un mecánico en mula… ummm”

“Okay señor acepto su ayuda, vea a ver que pasa”

“Por Favor, déle un toque al arranque….”

Wa wa wa wa wa …. “¡El carro no prende!”

El hombre fue hacia su mula y sacó un enorme martillo de una de las alforjas, le dio un tremendo golpe al motor en la parte donde están las válvulas.

“Intente prenderlo de nuevo”

Wa wa wa wa wa run run ruunnnnnn “¡Prendió, prendió Muchas gracias!”

Después de un rato papá le dice al hombre: “Se ve que estaban pegadas las válvulas, ¿Cómo no me di cuenta?, muchas gracias, ¿Cuánto le debo?”

“Pues amigo son 100 bolívares” (Bs. 100 en esos tiempos era mucho, mucho dinero algo así como $20)

“¡Carajo 100 bolívares por darle un golpe al carro! ¿Usted está loco?

“No amigo, por darle el golpe solo es un bolívar, los otros 99 son por saber donde dárselo”

Papá inmediatamente le pagó sin chistar y le pidió disculpas por haberle gritado…

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