jueves, agosto 14, 2008

Regalo de despedida de Bruselas

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Sucede solo cada dos años, millones de flores (begonias) y la creatividad y trabajo de muchos crean esta obra de arte!

Vine solo por un día a recoger mis cosas y a devolver el apartamento. Gracias Bruselas por esta bellísima despedida!

Las fotos fueron tomadas con mi celular, todas las pueden ver aquí.

La historia, los motivos y toda la información la pueden ver aquí

martes, agosto 12, 2008

Nikopol II

Creo que es imposible mostrar lo que percibo de esta ciudad en fotos, hoy es al revés: Mil palabras valen mas que una imagen:

Verano 2008, 35 grados ni una sola nube en el cielo, calles principales anchas, asfalto de un tono verdoso con huecos y montículos causados por los extremos cambios de temperatura. En las márgenes de las calles como ríos secos se dibuja una superficie elevada que alguna vez fue una acera para peatones.

Bordeando las aceras, casas, algunas de dos plantas, con los marcos de las ventanas desgastados por el tiempo, los vidrios rasgados y pegados con adhesivo plástico, la fachada con un zócalo donde se ven las entrañas de piedra y que indican el nivel a donde ha llegado la nieve en los pasados inviernos. El resto de las fachadas de algún color que ya no se puede distinguir, la pintura resquebrajada, los frisos como arrugas del rostro de quien el tiempo lo ha dañado más que su verdadera edad.

Latas dobladas, colillas, botellas de plástico y envoltorios de alimentos adornan el paseo peatonal a lo largo del río Dniéper que se convierte en lago en esta zona. Las farolas de la calle sin lámparas, solo muestran los soportes de los cables que alguna vez le dieron energía, parecen tridentes de la desgracia.

En la calle, carros que a duras penas andan, humeantes. El hierro oxidado se distingue en la traslúcida pintura. Contrasta uno que otro auto de último modelo con los vidrios oscuros para no dejar ver lo que hay en su interior. Los colectivos de transporte público amarillos, viejos y destartalados, todos con cortinas rojas en las ventanas terminan de ponerle encanto a la calle.

El nuevo centro con su larga avenida principal dividida por una ancha isla con arboles a ambos lados y una cerca de barras de hierro forjado es lo que queda de la flojera arquitectónica de la antigua URSS, donde si estas en un pueblo, no sabes en cual estás ya que todos son iguales.

Las zonas residenciales con edificios idénticos, separados por senderos peatonales, con la fachada descolorida. Lo único que diferencia a uno de otro es el diseño de las cortinas que sobresalen de alguna ventana abierta.

La vegetación es abundante, muchos y gran variedad de árboles muy frondosos pero todos con algo en común: sus ramas cuelgan como si estuvieran tristes, hasta algunos arboles que como pinos se alzan enormes al cielo, parecen llorar. Los que están a lo largo de las avenidas tienen el tallo pintado hasta media altura de blanco reflectante para guiar los autos en las noches oscuras. No hay grama sino pasto o hierba mala verde amarillenta que esconde la basura que no es recogida y que desborda de los enormes recipientes escondidos en barandas de madera.

Al oeste de la vieja ciudad se forman unas playas en el lago, hay varias marinas o zonas de aparcamiento de lanchas y yates que destacan por su poco esplendor y abandono.

Este verano las playas están muy concurridas, niños mujeres viejas y jóvenes, pocos hombres todos con un cigarrillo en una mano y una botella de cerveza de dos litros en la otra. De un lado de la carretera verdosa y llena de parches que abarcan todos los tonos posibles de negro, la playa, la arena blanca, los niños y las azules aguas muy contaminadas, justo ayer aparecieron miles de peces muertos, pero la gente se baña… Al otro lado, terrenos con árboles y casas que parecen abandonadas y que a lo mejor en un pasado fueron bellas, en el medio del terreno la típica casa con la letrina y el pozo séptico, que seguro está mal mantenido y filtra a lago donde se bañan los niños.

En el moscovita nuevo Nikopol, al comienzo de la ancha avenida principal con la isla enrejada se alza con decoración de foro romano el Hotel Club Elit. Hotel, Spa, Bowling, Casino, y la mejor y única discoteca de la ciudad, tal vez hay otras pero no son del agrado de los “expat” que abundan en la zona. El Elit es uno de los pocos sitios donde uno se puede comunicar en inglés. El otro Oasis es el Monte Cristo, del cual ya comenté en mi artículo anterior.

La gente, igual que la ciudad, sin ganas de prosperar, dejándose llevar por la vida. Los viejos y las viejas tan roídas como las fachadas de las casas, las jóvenes damas, bellas todas, fumadoras todas y bebedoras de vodka en abundancia todas, se juntan de 3 y 4 en las mesas de los cafés e ignoran a la escasa población masculina. Los jóvenes, fumadores todos, bien parecidos todos, y bebedores de vodka en abundancia todos, se juntan de a 3 y 4 en las mesas de los cafés y bares e ignoran a las damas. La proporción debe ser algo así como 5 mujeres por cada hombre, pero hombres y mujeres comparten el mismo sitio pero no hablan, no interaccionan… Y falta la generación del medio, esa que no es joven ni vieja, a duras penas se observa un “adulto contemporáneo” en la ciudad.

En la vía hacia la zona industrial, rondando en una carretera que atraviesa campos de girasoles, hortalizas, soya y granos y siempre acompañada con la vía del tren de los vagones tan roídos y dstartalaods como las casas del pueblo, comienzan a aparecer las fábricas abandonadas.

Gigantescas chimeneas a punto de caerse, tuberías que parecen ser parte de un barco hundido, fabricas enormes con fachadas de ladrillos que alguna vez fueron rojos, muestran la decadencia de lo que fue una zona industrial probablemente militar.

Solo deseo que el paisaje melancólico, de ésta ciudad que nunca se recuperó de una guerra que no vivió no penetre mi coraza de optimismo y paciencia y así yo pueda continuar aquí y terminar con éxito lo que comencé.